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Su origen se remonta al 1600, cuando las llanuras a ambos
márgenes del Río de la Plata estaban repletas de ganado salvaje llegados a estas tierras con Pedro de Mendoza, el primer adelantado del Río de la Plata, en 1538.
En ese entonces el gaucho era el habitante vagabundo de las pampas, que viajaba sin rumbo fijo en su caballo, con boleadoras, lazo y cuchillo como único equipaje, y a veces acompañado por una mujer.
El comercio de cueros y carne de ganado cimarrón (salvaje), muy preciados por los comerciantes europeos y portugueses del Brasil, generó la fuente de sustento de los paisanos –criollos, mestizos y mulatos- que vivían libremente en las pampas, sin empleo fijo, cazando y cuereando a estos animales.
En las excursiones de caza llamadas vaquerías, derribaban a las vacas con sus boleadoras (arma de origen indígena, que consta de tres bolas de piedra, madera o metal, recubiertas en cuero, y atadas entre si desde los extremos con lonjas de cuero, que se revolean y se lanzan a las patas del ganado para derribarlo).
También usaban una caña larga con una medialuna de metal afilado en la punta, para cortar los tendones de las patas traseras del ganado, mientras lo perseguían a caballo.
La insaciable demanda del cuero, por parte de Europa, hizo que el ganado cimarrón desaparezca prácticamente del litoral argentino, siendo los mas beneficiados los comerciantes portugueses.
Además, los gauchos debían competir con los indios, quienes también se dedicaban al negocio de los cueros.
Su destino, entonces, fue diverso; algunos se alistaron para luchar en las montoneras con los caudillos federales, alcanzando con esto un nuevo y mejor status.
Otros se emplearon como peones en los saladeros de carne, o trabajaron en las haciendas, de esto último deriva el nombre genérico "gauchos" para todos los hombres de campo, de a caballo, sean éstos peones o estancieros, quienes se enorgullecen de vestir a la usanza gauchesca como identificación con su labor y su tierra.
El gaucho fue marginal, pero aún así se lo veía con mucho respeto, por ser libre, duro, por su extraordinaria destreza como jinete y ser hábil con las manos, por su solidaridad y su ingenio. De esta admiración surgió la poesía gauchesca, sus escritores utilizaban el lenguaje gaucho, sus dichos y sus ideas.
La figura romántica del gaucho, como hombre independiente y rudo, pero leal y sabio fue emblemática para autores como José Hernández que escribió el "Martín Fierro", donde el gaucho toma dimensión de héroe, o para Ricardo Güiraldes, que en "Don Segundo Sombra" narra sus vivencias junto a estos hombres de campo en el pueblo de San Antonio de Areco.
Estos relatos, como tantos otros han hecho del gaucho un personaje mítico, que con el tiempo se fue transformando en un arquetipo de los "valores esenciales del ser argentino".
Hoy en día el gaucho vive austera pero confortablemente en contacto con la naturaleza, conservando tanto sus costumbres rurales, sus tradiciones como así también su medio ambiente.
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El descendiente de españoles, como nacionalidad dominante, se constituye en el principio nativo del arquetipo argentino.
Las inmigraciones que poblaron nuestro país con creciente intensidad dieron matices a ciertos tipismos regionales, pero no rozaron el sólido fundamento tradicional.
El temple Gaucho argentinizó al inmigrante. Su sentido hospitalario hizo que el desembarcado que optaba por el interior del país encontrara allí un modelo de vida, sintiendo como propio ese suelo que se le ofrecía.
Casi todas las etnias del mundo dieron su sangre para que el Gaucho de nuestros días, en un entrecruzamiento prolífico, produjera la fisonomía tan singular que lo distingue. |
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Existen varias teorías sobre el origen del nombre "gaucho".
Se sugieren, entre otras hipótesis, que puede haber sido derivado del quechua "huachu" (huérfano, vagabundo) o del árabe "chaucho" (un látigo utilizado en el arado de animales).
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